jueves, 25 de diciembre de 2025

Cuento de Navidad

En un tiempo, no muy lejano existió un niño llamado Logan. Era un niño alto y espigado, de tez blanca como el mármol y unos grandes ojos azules. Acababa de cumplir diez años. Aquel día, al salir del colegio, estaba inmensamente feliz. Llevaba en su mochila las vacaciones de NAVIDAD y en su cabeza la historia de la casa mágica que tenía un tesoro. Una historia que su padre le contaba desde que tenía uso de razón. Su padre se llamaba Arturo. Era un hombre jovial, paciente y cariñoso, que había estudiado abogacía y era muy apreciado en la ciudad. Logan estaba muy unido a él. Margaret, su madre, por el contrario, era más estricta. Le costaba mucho expresar sus emociones y tenía muy poco sentido del humor. Era inglesa de nacimiento, muy perfeccionista y fría como un témpano. Daba clases de inglés en un instituto de la ciudad y lo que más le disgustaba a Logan es que no le escuchaba y siempre le interrumpía.

Aquel día al dirigirse a casa el tiempo era gélido. Su pelo rubio, casi blanco, brillaba por los copos de nieve que empezaban a caer. Las calles estaban muy animadas con bombillas que oscilaban a lo alto y formaban campanitas y rosetones. Los villancicos sonaban sin parar. Las luces de los escaparates estaban encendidas y en la plaza estaba la noria y las castañeras que alegraban el ambiente. Pero a Logan lo que más le llamaba la atención era la alegría de las personas que portaban paquetes y bolsas y se saludaban desde lejos "feliz NAVIDAD y próspero año nuevo". Aunque Logan era un niño, se dio cuenta que la NAVIDAD transforma a las personas haciéndolas más amables y entrañables y pensó "hoy yo también viviré en la magia de la NAVIDAD" y se emocionó al pensar que ese día iría con su padre a rescatar el tesoro de la casa mágica.

Al llegar a casa, Logan le recordó a su madre que había llegado el día tan soñado por él. Su madre le miró fijamente y le dijo, "tú y tu padre siempre con las mismas tonterías, pamplinas, esa historia no tiene ni pies ni cabeza". Y sin cambiar el semblante le dijo: "Logan lávate las manos que en breve comemos". Logan obedeció porque estaba acostumbrado a las órdenes de su madre.

Durante la comida Margaret hizo varios comentarios negativos sobre la NAVIDAD: "esto es una locura, tanto regalos, tanta comida, tanta alegría... yo creo que la NAVIDAD es una época que no debería existir".

Logan no se enteró de nada de lo que estaba hablando su madre. No oía, Él sólo comía y estaba absorto en sus pensamientos sobre la casa mágica. Su padre, en cambio, con una mirada y un movimiento de cabeza le indicó a Margaret que cambiase de conversación.

Por la tarde Margaret no quiso acompañarlos, tenía excusa para no hacerlo, los abuelos estaban invitados a la cena de NAVIDAD y ella tenía que preparar el festín. A media tarde Logan y Arturo se encaminaron a la casa mágica. Estaba deshabitada desde hacía muchísimos años y al terminar las NAVIDADes, su derrumbe estaba programado por el constructor que la había comprado y quería levantar un edificio más moderno. Arturo conocía al constructor y le había pedido las llaves del tercer piso. La casa tenía cuatro pisos pero el objetivo era el tercero ya que tenía una gran galería acristalada.

Al subir aquellas escaleras sin luz, solo iluminadas por la linterna que su padre portaba, el ruido de la madera al crujir, el barandado que se movía, el olor pestilente que causaba la humedad, y el ambiente polvoriento lleno de telarañas, además de aquel silencio sepulcral que percibían al detenerse, produjo tal sensación en el corazón de Logan, que en vez de latir, bombardeaba latidos tan fuertes que le impedían la respiración. Al abrir la puerta del piso, su padre entró primero y se quedó petrificado, inmóvil, parecía una estatua. Los pies no le obedecían. Ante sus ojos, el pasillo de madera que él recordaba que era muy largo y muy ancho, no lo era tanto. La casa estaba apuntalada y derruida, sucia de restos de excrementos de animales y telarañas. Hizo que le invadiera la nostalgia, los recuerdos de su niñez cuando en la casa todo relucía. Unas lágrimas rodaron por sus mejillas dejando en sus labios un sabor agridulce. Pero, Logan le hizo reaccionar, "vamos papá, ¿dónde está el tesoro?", preguntó. Arturo le dio la mano a Logan y recorrieron el pasillo iluminado por la linterna, al llegar cerca de una puerta que daba a una habitación, Arturo se detuvo, se arrodilló, se acordaba del punto exacto donde el pasillo hacía un desnivel y tenía una rendija muy cerca del rodapié. Sacó un destornillador y un pequeño martillo que llevaba en el el bolsillo del abrigo y, de rodillas, los dos bajo el pequeño resplandor de la linterna que sujetaba Logan, consiguieron levantar un trozo de tarima, que se deshizo al momento en polvo y trozos pequeños, al estar podrida por el paso del tiempo.

De la garganta de Logan salió un grito de alegría y preguntó emocionado "papá, ¿eso que brilla ahí abajo es el tesoro?". Arturo sin articular palabra, sacó unas cuantas monedas y Logan solo sabía decir "era verdad, era verdad, existía el tesoro". Arturo seguía sacando monedas y Logan las introducía en una caja de puros vacía, que su padre le había dado. Logan tenía las manos húmedas y el pelo mojado de la emoción y su cuerpo temblaba. Arturo se levantó y le dijo "¡lo hemos conseguido, ya tenemos el tesoro, ahora hay que salir apresuradamente de aquí porque corremos peligro, la casa no está en buenas condiciones!".

Al salir a la calle el ambiente navideño estaba en todo su esplendor. La noche, aunque fría, era estrellada y luminosa. La gente les felicitaba la NAVIDAD y, por un momento, Logan con su tesoro debajo del brazo y aquel ambiente creyó que la ciudad era el Paraíso Terrenal.

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Al llegar a casa su madre les recibió vestida con un vestido negro que resaltaba su silueta con un collar y pendientes de perlas. Estaba deslumbrante. Al verlos con sus ropas sucias y polvorientas no le dio tiempo a decir nada. Logan, sin preguntar había vaciado la caja llena de monedas en la alfombra, su madre, impactada, las miraba y no se podía creer lo que veía y le exclamó "¡Logan, así que era verdad que tu padre y sus hermanos cuando vivieron en esa casa jugaban en el pasillo con las monedas que les daban sus abuelos y sus padres los días festivos para comprar chucherías y las hacían rodar hasta que se metían debajo de la madera por una rendija!". Logan no pudo contestar, Margaret se arrodilló y al ver aquellos ojos transparentes y alegres de su hijo su expresión cambió y dijo muy emocionada, "perdóname Logan, no solo por no apoyarte en la búsqueda del tesoro, sino por no decirte más a menudo que te quiero y que eres un niño excepcional".

Arturo no se podía creer lo que estaba pasando ante sus ojos y se arrodilló en la alfombra y los abrazó. Dirigiéndose a Logan le dijo "la NAVIDAD consigue milagros, hoy hemos recuperado un corazón y un tesoro".

Margaret comentó que haría un propósito de NAVIDAD "¿cuál es mamá?" preguntó Logan. Y ella respondió "pues que mi carácter deje de ser tan hermético y os sonría más, y os abrace más". Entonces Logan también quiso hacer su propósito, y exclamó "¡me voy a portar mejor, voy a estudiar más y nunca jamás me olvidaré de estas NAVIDADes y siempre este tesoro estará conmigo!". Arturo respondió, "es una buenísima idea hacer propósitos en época navideña o cuando empieza el año, pero os voy a decir que para que ese propósito se cumpla tenéis que poner vuestra voluntad porque si no…". Logan le interrumpió y le preguntó muy serio, "¿si no qué pasa papá?". Arturo contestó "pues que si no ponéis voluntad todos los propósitos a los pocos días van a desaparecer como desaparecen un avión en el cielo plagado de nubes". En ese momento sonó el timbre de la puerta, llegaban los invitados.

Empezaba la NAVIDAD que Logan nunca pudo olvidar.

Este cuento está basado en una historia real, aunque los personajes son ficticios y no tienen nada que ver con la realidad. 

María del Carmen Díaz.

Zubillaga, diciembre de 2025

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